21 de mayo de 1990


Así que los jueves te cansas de la vida… Voy a guardarme la opinión que tengo sobre tus cansancios porque, como bien dices, en realidad no me incumben para nada, pero me gusta que hayas escrito este jueves porque has vuelto a ser (por lo menos en papel) la Emilia que todavía recuerdo un poco; la que estalla como un globo cuando alguien se le acerca demasiado con cristal molido, la que luce orgullosa sus colmillos arqueados mientras defiende “el nido”.

¿Te atreves a acusarme de ingenuo y ególatra mientras tú decides usar el trilladísimo argumento de defender con las uñas tu vida de madre abnegada? Sólo te faltó agregar “¡Y si te metes con mi familia te mato!”. Vamos disipando la niebla Emilia, para serte sincero me da igual el nombre de tu hija y cuántas pecas puedas contarle en la nariz, y me importa todavía menos que se ría como tu hermano o como el primo que nunca te visita.

Que cuando alguien disiente de tus decisiones te colme la paciencia no es ninguna novedad (según me acuerdo Luis y yo te la colmamos en un tiempo récord y eso que eras tú la que jugaba a dárselas de mujer fatal), pero de ahí a que tus obsesiones con la venganza te lleven a pensar que todos la deseamos tanto como tú, hay una gran distancia.

No hay revancha Emilia, sólo nostalgia, y esa ni tú, ni tu marido, ni la abuela Caro nos la pueden sacar de la cabeza. Ataca todo lo que quieras “uróboro”, pero recuerda que el veneno no sirve solamente para matar, también se usa para crear antídotos, y también ten en mente que si tu tan atinada metáfora de la serpiente circular es cierta, ésta termina siempre mordiéndose la cola.

No creo que seas toda ojeras y listas de la compra, creo que tienes ganas de hacer sonar tu cascabel porque te sientes atacada por un pasado que te persigue en los pasillos de tu casa, que te enroscas porque te gusta comer presas vivas, no ratones muertos, y que hace tantos años que no digieres esta historia, que tus mandíbulas de cazadora están cansadas de servir sólo para el bostezo. 

Agradezco el retrato de familia que me pintas para que me “ayude” a arrástrame a la oficina, pero a diferencia de ti, hace demasiado tiempo que dejé de esperar que tu simpatía o tu lástima me sirvan para algo.

¿Me desperté con migraña, no estabas ahí y por eso me largué? Parece que leíste mi última carta con mucha prisa, o quizá el hastío de la novela de las cuatro te impide ya entender historias que no terminen con final feliz y besos larguísimos al ritmo de canciones cursis como las que te gustan tanto ¿Crees que me fui y lo dejé todo sólo porque no despertaste junto a mí en un hospital? Tienes razón, el ego es una cosa muy curiosa, y no, no has entendido absolutamente nada.

Tampoco voy a detenerme a dar explicaciones porque tenemos un problema de calendario, tú escribiste un jueves y yo estoy respondiéndote un lunes… Tú los jueves estás cansada del despertador, la cafetera italiana y las muñecas degolladas. Yo los lunes estoy harto de lo que falta, no de lo que pasó. A mí me hastía el futuro y a ti el pasado. Me cansa lo que viene; no sólo las corbatas rojas, también pensar en ti leyendo esta carta y sabiendo que cambiarás, en un instante, tu risa de estruendo por un mutismo absoluto; me duele tu coraje envuelto en bolsas para el lunch, pero me fastidia mucho más saber que lo has logrado, que finalmente ganaste, que hoy yo también me subí al ring porque tu tendencia al drama es insoportable, porque este lunes me recuerda a ese espejo hecho pedazos y a la Emilia que ya no serás, o que tal vez no fuiste nunca más que en mis letras estúpidas y tercas. Te concedo que a mí ya no me queda nada pero eso de que a ti por lo menos te quede una mitad es cuestión de perspectiva, yo creo que, más bien, a ti siempre te faltó una mitad.

¿Te ayuda pensar que soy un hijo de puta? Eso no es ninguna novedad, lo sabes desde el primer día, lo sabes desde que le jodí la vida a Luis para ir a seguirte, cosa que a ti no pareció molestarte, al contrario, creo que disfrutabas tu papel de Elena de Troya escondida tras tu look de hippie de sobremesa. ¿Cómo digiere eso tu conciencia “uroboro”?

Lo soy E-MI-LIA, soy un hijo de puta, uno que tiene la mala costumbre de hacerte caso y que hoy va a guardar la pluma haciendo pataletas (más bien dando patadas de ahogado) y se va a ir mucho, muchísimo al infierno.

¿Por fin terminaste con tu venganza o también quieres que te la ponga a enfriar?

Santiago.