Así que los jueves te cansas de
la vida… Voy a guardarme la opinión que tengo sobre tus cansancios porque, como
bien dices, en realidad no me incumben para nada, pero me gusta que hayas
escrito este jueves porque has vuelto a ser (por lo menos en papel) la Emilia
que todavía recuerdo un poco; la que estalla como un globo cuando alguien se le
acerca demasiado con cristal molido, la que luce orgullosa sus colmillos
arqueados mientras defiende “el nido”.
¿Te atreves a acusarme de ingenuo
y ególatra mientras tú decides usar el trilladísimo argumento de defender con
las uñas tu vida de madre abnegada? Sólo te faltó agregar “¡Y si te metes con
mi familia te mato!”. Vamos disipando la niebla Emilia, para serte sincero me
da igual el nombre de tu hija y cuántas pecas puedas contarle en la nariz, y me
importa todavía menos que se ría como tu hermano o como el primo que nunca te
visita.
Que cuando alguien disiente de
tus decisiones te colme la paciencia no es ninguna novedad (según me acuerdo
Luis y yo te la colmamos en un tiempo récord y eso que eras tú la que jugaba a
dárselas de mujer fatal), pero de ahí a que tus obsesiones con la venganza te
lleven a pensar que todos la deseamos tanto como tú, hay una gran distancia.
No hay revancha Emilia, sólo
nostalgia, y esa ni tú, ni tu marido, ni la abuela Caro nos la pueden sacar de
la cabeza. Ataca todo lo que quieras “uróboro”, pero recuerda que el veneno no
sirve solamente para matar, también se usa para crear antídotos, y también ten
en mente que si tu tan atinada metáfora de la serpiente circular es cierta,
ésta termina siempre mordiéndose la cola.
No creo que seas toda ojeras y listas de la compra, creo que
tienes ganas de hacer sonar tu cascabel porque te sientes atacada por un pasado
que te persigue en los pasillos de tu casa, que te enroscas porque te gusta
comer presas vivas, no ratones muertos, y que hace tantos años que no digieres
esta historia, que tus mandíbulas de cazadora están cansadas de servir sólo
para el bostezo.
Agradezco el retrato de familia
que me pintas para que me “ayude” a arrástrame a la oficina, pero a diferencia
de ti, hace demasiado tiempo que dejé de esperar que tu simpatía o tu lástima
me sirvan para algo.
¿Me desperté con migraña, no
estabas ahí y por eso me largué? Parece que leíste mi última carta con mucha
prisa, o quizá el hastío de la novela de las cuatro te impide ya entender
historias que no terminen con final feliz y besos larguísimos al ritmo de
canciones cursis como las que te gustan tanto ¿Crees que me fui y lo dejé todo
sólo porque no despertaste junto a mí en un hospital? Tienes razón, el ego es
una cosa muy curiosa, y no, no has entendido absolutamente nada.
Tampoco voy a detenerme a dar
explicaciones porque tenemos un problema de calendario, tú escribiste un jueves
y yo estoy respondiéndote un lunes… Tú los jueves estás cansada del
despertador, la cafetera italiana y las muñecas degolladas. Yo los lunes estoy
harto de lo que falta, no de lo que pasó. A mí me hastía el futuro y a ti el
pasado. Me cansa lo que viene; no sólo las corbatas rojas, también pensar en ti
leyendo esta carta y sabiendo que cambiarás, en un instante, tu risa de estruendo
por un mutismo absoluto; me duele tu coraje envuelto en bolsas para el lunch,
pero me fastidia mucho más saber que lo has logrado, que finalmente ganaste,
que hoy yo también me subí al ring porque tu tendencia al drama es
insoportable, porque este lunes me recuerda a ese espejo hecho pedazos y a la
Emilia que ya no serás, o que tal vez no fuiste nunca más
que en mis letras estúpidas y tercas. Te concedo que a mí ya no me queda nada
pero eso de que a ti por lo menos te quede una mitad es cuestión de
perspectiva, yo creo que, más bien, a ti siempre te faltó una mitad.
¿Te ayuda pensar que soy un hijo
de puta? Eso no es ninguna novedad, lo sabes desde el primer día, lo sabes
desde que le jodí la vida a Luis para ir a seguirte, cosa que a ti no pareció
molestarte, al contrario, creo que disfrutabas tu papel de Elena de Troya
escondida tras tu look de hippie de sobremesa. ¿Cómo digiere eso tu conciencia
“uroboro”?
Lo soy E-MI-LIA, soy un hijo de
puta, uno que tiene la mala costumbre de hacerte caso y que hoy va a guardar la
pluma haciendo pataletas (más bien dando patadas de ahogado) y se va a ir
mucho, muchísimo al infierno.
¿Por fin terminaste con tu
venganza o también quieres que te la ponga a enfriar?
Santiago.